lunes, 3 de noviembre de 2008

Tiempo para la paz, Por ESTEFANI CHALCO SALGADO


Tras haber visto la película “Trece días,” varias reflexiones vienen a mi cabeza. El filme dirigido por Roger Donaldson tiene en esencia narrar la historia del mundo –debido a las consecuencias graves que pudieron suscitarse- durante octubre de 1962, frente a los conflictos políticos y militares existentes entre Estados Unidos y la Unión Soviética luego de que Estados Unidos descubriera por aviones infiltrados en Cuba, que la Unión Soviética instalaba misiles en el borde de dicho país con la finalidad de bombardear a la potencia americana.

La vida cotidiana de las personas, cambió rotundamente. Preocupaciones eran parte de la vida normal de cada uno, y hoy, no tomamos consciencia del peligro que era aquella manifestación de instalar misiles en un país amenazando a otro, menos aún nos interesan los detalles, y simplemente nos limitamos a estudiar a la Guerra Fría en su concepto. El mundo entero conocía poco al momento en que todo esto ocurría, pero lo que sí sabíamos bien, era el riesgo que las vidas de estadounidenses, cubanos, hoy rusos e inclusive todo el mundo, corría. Entonces, considero que de fondo, hay mucho más para analizar, pero lo que está claro es que se brindó tiempo para la paz del mundo, y esto contribuyó a que todos continuemos con normalidad nuestros caminos.

Como países sabemos lo que es mantener nuestra soberanía respetada por todos y sabemos cómo responderíamos frente a un conflicto (furia, crítica, temor, y pelea). Pero lo que no sabemos es lo difícil que resulta para las personas en el poder tomar decisiones tan importantes que como resultado podrían no sólo poner en guerra a dos o tres países, sino quizá desatar una guerra mundial. Este es el caso del presidente John F. Kennedy, quien además tenía el apoyo de asesores y miembros de importantes cargos como el Ministro de Relaciones Exteriores, el representante de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, la cúpula militar del país, entre otros. Con el conflicto latente, todos se involucraban intentando hacer lo mejor, y los consejos a Kennedy iban y venían desde diferentes puntos de vista, viviéndose angustia, presión, desesperación. Lo importante aquí, es que el presidente, quien tiene en sus manos el desatar o no una III Guerra Mundial, trata al máximo de tomar las cosas con calma, y deja que toda respuesta final venga con pensamiento, con análisis, con tiempo.

Frente a esto, el mensaje principal al querer detener hostilidades entre países, es que la vía diplomática, apoyada en justicia y lealtad al pueblo, es la mejor vía a la paz. Medidas pacíficas pautan que el país amenazante también reflexione, sienta duda de llevar a cabo lo que pretende, e intenta emular la actitud del otro país, de no atacar hasta que el otro ataque. En esto, los ánimos se calmarán, y guerras, se evitarán. Unificarse, fue la meta por parte de Kennedy, y esto no solo abarca el nombre de cada país como tal, sino sobretodo, saca a flote lo más importante, pensar en el bien comunitario que significa pensar en aquellos que corren el riesgo de perder su vida.
La medida tomada por el presidente de los Estados Unidos, expone por todo lado, que intervenciones militares habrían cambiado totalmente la historia. Una muestra de atentado, de intervención militar, o indicio de guerra, habría sido suficiente para provocar a un país hermano. El tomarse tiempo, aún para pensar en disparar o no, es uno de los caminos más apropiados para la paz. El verdadero camino, será siempre la diplomacia, esa corrección y amabilidad para mantener las relaciones internacionales; pues, vivimos en un mundo de hermandad, donde finalmente, como conjunto, todos pasamos a ser parte de una gran comunidad.

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